miércoles, 30 de mayo de 2012

Metro


El metro se llena poco a poco. Seres adormilados pueblan sus asientos, preparados para inmolarse en el altar diario de la rutina. Algunos hojean nerviosos apuntes, en el último intento por preparar un examen. Otros leen. Los menos libros, ese objeto que se empeñan en enterrar, por obsoleto. Pero un ebook, con todas sus virtudes, no puede imitar el tacto al pasar las hojas, el aroma de un libro. Oliéndolo seguro que puedes descubrir su cosecha, si ha envejecido bien o no, como si de un vino se tratase. Los más con esos libros electrónicos que tanto envidio por lo cómodos para viajar, por más que siga prefiriendo en general los libros "analógicos". Algunos grupos hablan animadamente, muchos miran a la nada, la mayoría guasapea, esa forma de comunicación que nos acerca y nos aleja a partes iguales. Nos acerca a los lejanos, nos aleja de los cercanos. De repente te ves en una conversación ignorado por alguien que conversa a su vez con móvil. Yo también lo he hecho, lo confieso. A veces es difícil desconectar. A veces es difícil conversar. A veces es difícil encontrar con quien mantener una buena conversación, una de esas que te arranque el móvil de las manos y te impulse a apagarlo.


martes, 29 de mayo de 2012

Desintegración...






El aire desciende por mi garganta ardiendo, áspero como la piel de un tiburón, arañándome, desgarrando por donde pasa.
Siento un hormigueo en la lengua, y un sabor metálico lo inunda todo.
Mi campo visual se reduce, por los márgenes todo se nubla, y sólo puedo ver lo que está delante de mi.
La lluvia interior, mi monzón interno quiere desbordar, pero no parece encontrar la forma.
Siento que manos invisibles me oprimen las sienes y el pecho.
Los sonidos a mi alrededor cambian, se vuelven espesos, más lejanos pero más densos.
La voz me tiembla levemente. ¿Alguien lo notará?, me pregunto. Parece que no, hoy me he levantado invisible. Hoy podría estallar, que mil pedazos de mi lo salpicaran todo y nadie lo vería. Quedaría eternamente despedazada, sin que nadie se molestase en recomponerme.
Si no me esfuerzo en evitarlo mi pie baila involuntariamente, en una danza frenética, luchando por huir del estallido.
Hoy todo se derrumba, hoy sé que voy a volar en mil trocitos.
Hoy me desintegro. Hoy ya no soy.


Ya no soy rara...




Mira mami, ya no soy rara, me dice mi hija con cara muy seria. Yo la observo, igual de seria, y le pregunto que por qué ya no es rara. Su respuesta me arrastra el alma más allá de los pies. Porque ya no salto en los pasos de cebra para evitar que me coman los cocodrilos, me dice ya más sonriente. Y sí, vale, suena rara. Es rara. Es la rara más rara y encantadora que conozco. Yo también lo soy, lo de rara, digo. Por eso jugamos juntas a saltar pisando sólo las rayas blancas de los pasos de peatones, porque en el asfalto viven cocodrilos hambrientos, dispuestos a devorarnos los pies.
A mi me gusta que sea así, imaginativa, creativa, fantasiosa,... rara.
Debe haber visto mi cara de sorpresa, o de desesperanza, y me dice: ¿no estás contenta? Para nada, le contesto. Esa no eres tú. A mi me gustas rara. ¿Quién decide qué es raro? Llevo toda la vida intentando descubrirlo. Entiendo, sé distinguir lo que la gente "normal" entiende por raro. Pero, ¿cómo lo deciden?
Es más raro, para mi, ir con banderitas a un mitin electoral que silbar por la calle. Pero mi percepción de lo normal no parece ser la correcta.
Así que mi hija, a quien alguien le ha metido en la cabeza que no es normal ser feliz imaginando que hay cocodrilos urbanos ávidos de pies despistados, me mira con una sonrisa que me hace sentir que todo tiene sentido, y me dice: "Pues a saltar, que hay que cruzar la calle".
Nos domestican, nos adocenan, nos adoctrinan, nos hacen perder la imaginación.
Escribe cuentos, pero siempre le critican la forma, si está o no escrito en el idioma correcto. Casi ninguno de sus compañeros sabe escribir, y a ella le critican la forma. No es que no esté bien desarrollado, o que no sea imaginativo. No, la desaniman. Quieren que haga trazos sobre lineas punteadas, poco más.
A mi me gusta así, inteligente, lógica, crítica. Para los demás es esa niña rara que sabe de qué color pintar el espacio exterior, o que juega a que el parque es su reino, y ella es mi Rapunzel, tirándome sus largas trenzas. Exceso de imaginación, me dicen.
Me da miedo que algún día la convenzan de verdad de que no es bueno ser como es. Porque ser como es es genial. 



Esto me trae a la mente algo que escribí hace tiempo, la primera vez que le dijeron rara a la cara.
Es esto:
Siempre he sido "rara", cualquiera puede corroborarlo. Desde que tengo uso de razón me recuerdo distinta. Me río de cosas que nadie encuentra graciosas, o que nadie entiende, me gusta música que no le gusta a la media, y además me gustan estilos de música muy dispares (ecléctica me llamó una vez una muy buena amiga, y lo encuentro más positivo que la mayor parte de comentarios que se dedican a mis gustos musicales), no pienso como la mayoría, veo muchos tonos de gris; confío en mi instinto hasta un punto hiriente en lo que respecta a las personas (suelo saber si alguien me va a caer bien en un par de minutos, y después no suelo dar segundas oportunidades), mi estado de ánimo es una especie de montaña rusa, demasiado variable. Soy cabezota, y cuando discuto soy muy vehemente. Tengo un sentido del humor bastante negro, y me gusta el humor absurdo. Recuerdo canciones y series que casi nadie conoce, tengo mucha imaginación y sueño despierta....
Podría seguir, pero todo eso y mucho más se resume en "eres rara", casi siempre dicho en tono muy despectivo, toma, para que te duela. Pero ya soy mayor, he crecido. Es un aviso para navegantes. Ya no me hiere lo de "eres rara". Lo que vosotros proferis como un insulto, para mi es lo que soy, es algo que asumo y que me encanta. Si no fuese rara no sería yo. A quien no le guste, pues ya sabe el camino.
Yo creo que los raros son los otros... todos iguales, todos tan políticamente correctos. Que alguien me defina raro ya, que no lo tengo claro.
Ahora resulta que al menos una de mis hijas se parece a mi en lo "rara" (la otra aún está por ver). Yo simplemente creo que es increiblemente especial, con un sentido del humor muy peculiar, y con una imaginación desbordante. Solo espero conseguir que se haga fuerte e impermeable (a las estupideces ajenas y los comentarios malintencionados) antes de lo que yo lo logré. Mientras tanto, ya estoy yo aquí para defenderla.
Eh, no raros del mundo: ¡Que os den!


Me gusta la belleza de lo raro.

sábado, 26 de mayo de 2012

Esas pequeñas cosas...

Hay cosas pequeñas que nadie ve, que a nadie parecen preocuparle. Por ejemplo el fitopláncton. El fitopláncton son pequeñas algas, dinoflagelados, y otros organismos que viven en ríos, lagos, y sobre todo en el mar. No se ven a simple vista, casi nadie ha oido hablar de ellos. Pero eso no implica que no sean importantes. Muchos animales se alimentan de ellos, son la base de la cadena trófica. Pero además fijan dióxido de carbono. Nosotros contaminamos, ellos descontaminan. Fijan el 25% del dióxido de carbono. Tanto como los bosques. Pero a nadie le preocupan, nadie quiere protegerlos. Es más fácil preocuparse por los árboles, son más evidentes, más bellos. Pero si miras el fitopláncton con un microscopio electrónico, descubres un mundo de belleza singular. Ves estrellas


 altavoces
 cacahuetes

 ... seres fantásticos





No es que no me importen los árboles. Los adoro, creo que es evidente viendo mis post. Pero ellos tienen quién los ame, proteja,... Pero el fitopláncton, ¿quién se preocupa del fitopláncton?
Vale, vale, ya acabo de soltar el rollo, que parece que me ha dado la vena científica-loca.

Todo esto viene a que a veces nos preocupamos por las cosas grandes, por las evidentes, y descuidamos lo realmente importante, esas pequeñas cosas no tan evidentes, pero que son las que conforman la verdadera felicidad. Las prisas, la rutina, esa pegajosa, que cubre todo y hace que sea difícil moverse, el día a día,... hacen que nuestras prioridades sean absurdas. Olvidamos lo esencial. Olvidamos los pequeños gestos. Tal vez salimos corriendo hacia el trabajo sin dar un beso a quien amamos, o lo hacemos de manera automática. Tal vez nos olvidamos de decirle a un amigo cuánto lo queremos, porque asumimos que no pasa nada, seguro que él lo sabe, que no lo necesita, que siempre estará ahí. Tal vez olvidamos un cumpleaños, o decir buenos días cuando entramos en algún sitio. Tal vez tratamos a la camarera como si no existiese, con lo fácil que es sonreir a la vez que se pide el café. Tal vez olvidamos acariciar la nuca de quien amamos, así como por descuido, que esas son las mejores caricias. Tal vez olvidamos la voz de alguien, y no nos parece importante.


Nos perdemos en grandes luchas, y olvidamos las pequeñas batallas, lo esencial, lo importante. Buscamos la gran felicidad, y no disfrutamos de los pequeños placeres.
Besa, acaricia, sonríe. Seguro que alguien lo agradece.
Yo agradezco ese te quiero muchisimo de manera infinita.




martes, 22 de mayo de 2012

La mia más...






La maternidad me gusta. No, no me gusta, me encanta. Me hace feliz de un modo difícil de explicar. Mira que a mi los niños no me gustaban, y que dudaba mucho de qué tipo de madre sería. Pero la maternidad me cambió, giró el eje de mi vida a un ángulo extraño, más emocionante, más divertido. El otro día me preguntaron cómo era ser madre, y sin pensarlo me escuché diciendo "divertido". Es muchas más cosas, sobre todo positivas (vale, algunas no tan positivas también). Me ha sorprendido y cambiado de una forma absoluta eso de ser madre.
Pero la maternidad también trae contrapartidas, cosas inevitables... como las otras madres. No soy especialmente sociable, eso está claro, pero es que además la mayor parte de madres de otros niños del colegio son... vamos, no me tomaría un café con ellas. Tal vez con ellas como personas sí, pero es que no son personas, son madres. Viven en una continua competición, mi niño es más esto, mi niño ya sabe hacer lo otro... ¿y la tuya? Y yo casi nunca contesto, paso de entrar en batallas que nunca ganas, porque si tu hijo aun no hace lo que los demás, pues no asumen que es por diferente velocidad en el aprendizaje. Es tonto. Y si lo hace antes que los demás... pues le miran raro. Mira, ahí va ese niño repelente que ya sabe hacer tal o cual cosa. Para ellas sus niños son los más listos, lo sean o no. No ven sus defectos, no los creen posibles. Además, que no pierdan el tiempo, mi niña es la más lista, jajajjajaja. Bueno, bromas aparte, no sé de qué hablar con otras madres en casi ningún caso.
Y entonces llega el tema de la huelga, y veo que tenemos menos de lo que hablar de lo que yo ya sospechaba. Si los profesores toman las pocas medidas que pueden contra los recortes... Es que no quieren trabajar. Vamos a la reunión y nos explican el por qué de las medidas, y a ellas sólo les preocupa que no harán fallas en el cole, o que el festival de fin de curso no será a lo grande. Coño, que van a meter a tropecientos niños por aula, que no cubrirán las bajas si son más de 1 profesor por ciclo, que quitan a los profesores de apoyo aun cuando son necesarios, que no hay dinero ni para fotocopias, ni para pagar la luz del colegio. Pues no, inconvencibles.


 Para la mayor parte de ellas (y hablo de ellas porque en casi todos los casos son las que van a las reuniones) los profesores no tienen motivos de quejas, es sólo que son unos vagos que quieren fastidiar a nuestras criaturitas. ¿Qué les cuesta hacer el festival, si es en horario escolar? Y yo digo calmada "Pero a ver, ¿de verdad creeis que el montaje de luz, sonido, el material audiovisual, etc se prepara solo? Y además, sólo os importa eso", a lo que siguen miradas entre alucinadas y asesinas, y temo sinceramente por mi vida. Me veo asesinada por una horda de madres furibundas porque me he pasado a las lineas enemigas.
Bueno, todo esto viene a que hoy yo, que el poco tiempo que di clases aprendí a respetar más si cabe de lo que lo hacía la labor docente, apoyo la huelga, que creo debería ser menos pacífica, porque lo que nos jugamos es demasiado.
Nos quieren analfabetos, para manejarnos mejor. Una compañera de trabajo me dijo el otro día algo que me dió escalofríos: "Nuria, ¿tú has pensado que pertenecemos a una de las pocas generaciones de hijos de obreros que han podido acceder a una carrera universitaria?". Yo sólo podía pensar en mis hijas, en que poco importará si son o no las más listas. Seguramente no tengan las posibilidades educativas que yo tuve.
Qué triste...


Hoy, sin que sirva de precedente, las fotos no son mias.

jueves, 17 de mayo de 2012

Heridas y cicatrices ...







Todo ha empezado con una puerta... una puerta llena de cicatrices, marcas de antiguas cerraduras. Y de ahí mi mente divaga y se pone a pensar en pérdidas, en cicatrices, en heridas.
Un amigo de reciente factura, Balagar, el mismo que hizo la foto de la puerta, me ha dicho que un cuerpo sin cicatrices es un cuerpo que no ha vivido (más o menos, pero mejor expresado). Es cierto, muy cierto. Pero lo malo de las cicatrices es que antes han sido heridas. Las heridas son dolorosas, sangran, tienden a reabrirse a poco que te confíes y las creas curadas. De repente un día las miras y piensas, ya está, ya no sangra, en cualquier momento se cae la costra y deja una bonita cicatriz, de esas que demuestran que has vivido, pruebas de batallas ganadas, o perdidas, pero batallas al fin y al cabo. Pruebas de vida. Y entonces al más mínimo movimiento, al más mínimo recuerdo, van y se reabren, sangran de nuevo, y duelen, joder, cómo duelen. Y a empezar de nuevo, a comenzar a poner agua oxigenada, yodo, tiritas,... a empezar a intentar sanar las heridas.
Luego se curan, y si no les arrancas la costra a menudo para evitar que sanen del todo, te quedan unas cicatrices que observar. Algunas son suaves, y puedes acariciarlas con nostalgia, puedes tocarlas suavemente con la memoria. Otras son ásperas al tacto, y cuando las tocas parece que todavía duelen. Sólo vuelves a ellas, sólo te atreves a rozarlas cuando en alguna fecha especial molestan más de lo normal, o cuando has tenido un día de mierda y te apetece ser autodestructiva y acabar de fastidiarla, y sufrir un poco más.
Algunas veces duelen al cabo de un tiempo, sin motivo aparente. O escuecen. Son como la pequeña cicatriz que tengo en la ceja izquierda, que últimamente le ha dado por escocer de vez en cuando, sin motivo, sin sentido. Está ahí desde que yo recuerde, me la hice con un año al caer por unas escaleras. De eso hace mucho tirando a muchisimo, dentro de unos días será más. No tiene sentido que siga escociendo.
Con las cicatrices del alma pasa lo mismo. Un día, sin motivo alguno, empiezan a escocer.



Hay gente a la que amputan un miembro que aseguran que lo siguen sintiendo. Tal vez sienten que les pica la mano que ya no tienen, o que han movido involuntariamente un dedo que perdieron. A mi me pasa lo mismo. A veces noto los besos en el cuello, esos que ya no son míos, justo ahí, donde a nadie había permitido dármelos, donde seguramente nadie me los dará. Y entonces la herida sangra, y duele intensamente.
Las marcas que deja el pasado son a veces insospechadas.






Como en el tronco de un árbol. Quitas el alambre donde colgabas la ropa, pero las marcas siguen ahí, las cicatrices son para siempre.
Pero es mejor tener cicatrices porque has sido increiblemente feliz, que no tenerlas en absoluto. No sufrirás, pero tampoco puedes decir que has conocido la felicidad, que has amado.
A veces sufrimos heridas, otras somos nosotros los que las provocamos.


Algún día serán cicatrices que mostraré con nostalgia, que acariciaré con cariño. Pero por ahora sangran. Y duelen,... coño, cómo duelen.

Por cierto, a mi me han amputado mi árbol, ese que me observaba con sus grandes ojos raros. Sólo me queda un tocón, y el recuerdo de esa mirada arborea.


lunes, 14 de mayo de 2012

Seis meses...

El tiempo es algo relativo. Seis meses son seis meses, eso está claro. Pero no es lo mismo seis meses si eres una mosca de la fruta, cuya esperanza de vida es de como máximo 21 días, que si eres una Nuria ¿humana?
Un cangrejo de río de esos invasores, que son prácticamente los únicos que quedan, alcanza un tamaño considerable (comestible, vamos) en 6 meses. Para una mosca 6 meses es un periodo de tiempo inimaginable, para un cangrejo de río es un periodo considerable.


Pero aun suponiendo que seas humano, el tiempo tampoco es igual para todos. Ni siquiera el concepto es igual para la misma persona en cada periodo de su vida. Hay veces que el tiempo pasa demasiado rápido, sobre todo cuando eres feliz. Otras pasa lento, lentisimo, con una lentitud desesperante. Seis meses pueden parecer una vida entera, una eternidad, o sólo un segundo, depende, siempre depende.
En seis meses, o un poco más, puedes ser feliz, e infeliz, puedes conocer la felicidad y perderla, o puedes encontrar LA felicidad, así, en mayúsculas. Puedes ser especial, o no serlo en absoluto. Puedes enamorarte, o desenamorarte. Puedes explicar tus argumentos 5556 veces, y chocar otras tantas contra el mismo puto muro, o puedes caer rendido a los pies de alguien y fundar un hogar. Puedes escribir mil estupideces tristisimas, cartas que nunca enviarás, de tan absurdas. O puedes escribir poemas bellisimos que emocionen a quien los reciba. Puedes ser nada, minúscula, diminuta, nieve que cuando empieza el calor se derrite y desaparece, o puedes serlo todo, todo, todo, lo primero en quien alguien piensa cuando se despierta, su último pensamiento antes de dormir, todo. Puede ser que tu vida cambie irreversiblemente, o puede que todo siga igual. Puede que te de tiempo a conseguir un trabajo, a casi perderlo, puede que no te de tiempo ni a empezar a buscar. Puede que seas tan feliz que lo gritarías, o puede que seas tan infeliz que no harías otra cosa más que llorar. Puede que ni eso puedas hacerlo.
En seis meses puedes hacer nuevos amigos, o perder los que tienes. Puedes conocer nuevos grupos, leer nuevos libros, descubrir la poesía. O puedes escuchar tus viejos grupos, releer viejos libros, disfrutar con la prosa. Puede que me hayan mutado los ojos, y estén de ese verde que tienen cuando soy feliz, o cuando estoy triste. Puede que me hayan salido esas pecas que me salen cuando cambia la estación. Puedes perder un par de kilos, la tristeza es lo que tiene, o puedes ganarlos, cosas de ser feliz.
En seis meses puedes cambiar de estación. Las flores pasarán de no existir siquiera a serlo todo, a llenar espacios que antes ocupaba el hielo, la nieve, o las hojas secas.



Puede que hasta llegue la primavera... y para mi siga siendo otoño.


Puede que siga cayendo en espirales de las que no logro salir. Puede que ya no queden espirales en las que caer.


En seis meses puede darte por perseguir imposibles, o darte cuenta de hasta qué punto lo son.
Seis meses son mucho, una eternidad. Seis meses no es nada, un tiempo ínfimo.
Depende, siempre depende. Depende de qué seas, depende de quién seas.

viernes, 11 de mayo de 2012

Ese otro lenguaje...




 Aquí a veces estoy un poco perdida. Me gusta este tipo de comunicación, es libre, cada uno opina lo que quiere, y el anonimato te da una libertad casi imposible en la vida real. No es difícil entablar conversación, conoces a gente interesante y las opiniones y comentarios son libres.
Pero echo de menos algo. Yo, personalmente, doy mucha importancia a la comunicación no verbal. Observo mucho (demasiado) cuando hablo con alguien. Percibo pequeños detalles, el movimiento de las manos, variaciones en la expresión, y sobre todo la mirada. Parece que es bastante difícil sostenerme la mirada, no mucha gente me mira a los ojos cuando me habla. Tal vez los ponga nerviosos, no sé.
Me gusta recordar pequeños gestos, para mi las personas van unidas en mi memoria a gestos, a cómo mueven las manos, a un tipo determinado de mirada.
Más de la mitad de las conversaciones son para mi eso, comunicación no verbal, algo distinto a las palabras. Uno puede medir sus palabras, sopesarlas, contenerlas. Pero es difícil controlar los gestos, las expresiones de la cara. La conversación es mucho más que sólo palabras.
Aquí me falta eso. Eso y la voz. La voz también es algo importante, pero no solo por el sonido en sí, sino por el tono, el ritmo, las variaciones. Es fácil perderse en una voz, conocer a alguien por cómo la modula. Cuando conoces mucho la voz de alguien puedes saber cuándo está triste, cuándo feliz, sólo por su voz, sólo por el tono.
En mi vida real suelo saber cómo me llevaré con alguien en menos de 2 minutos. Y tiene mucho más que ver con lo que no dice que con lo que dice, tiene que ver con esa comunicación que aquí es imposible. Así que supongo que me costará un poco más decidir, aunque viendo lo que alguien escribe también se dan muchas pistas sobre cómo es.
Perdonadme si a veces me pierdo con el ritmo de las conversaciones, con el tono, o si me meto en berenjenales en los comentarios. Lo del ritmo de las conversaciones me pasa también en persona. No suelo entender bien los ritmos, las cadencias. Soy un tanto extraña, y mis conversaciones tal vez también lo sean. Un tanto absurdas, tal vez.
Pero supongo que sólo por las conversaciones interesantes de por aquí ya vale la pena perderse ese otro lenguaje.

Por cierto, el otro día tuve que usar uno de estos gestos con un compañero de clase ... Muy soez, pero a veces el lenguaje verbal no es suficiente cuando sobrepasan tu paciencia ...

lunes, 7 de mayo de 2012

Primavera y desamor ...





Llega la primavera y a la gente le da por hablar de amor, de sangre alterada y cosas por el estilo. No diré que es solamente la época de las alergias, tampoco es eso, pero esa concepción de época romántica y pasional está distorsionada. Yo me enamoré un otoño, y me desenamoré,... bueno, cualquier día le pongo fecha.
También, no sé por qué, es tema recurrente amor versus cariño. He leido sobre ello últimamente en dos blogs bastante distintos, y en un periódico. Suena preocupante, como si el mundo entero se estuviese replanteando su vida. O tal vez suena esperanzador, no sé. Tal vez es que se acaba el conformismo.
Una conocida decía que su marido se había marchado porque ya no sentía "la chispa". Ella, ofendida, se preguntaba qué esperaba él después de 8 años de matrimonio y 2 hijos.
En un blog decadente se hablaba de estar con alguien por cariño. En otro se preguntaban si la pasión puede durar, o si luego la relación tiene que tener otros cimientos (cariño, empatía, complicidad,...).
Yo creo que es un poco de ambas. No se tendrá siempre la pasión del principio, y la complicidad y todo eso están muy bien. Pero, no voy a ser hipócrita, sin la pasión, sin ese entusiasmo, sin esas ganas de compartir tiempo, experiencias,... Pues es, como comenté en uno de esos blogs, un sucedaneo de mierda (me perdonais la expresión). Si quiero cariño me compro un perro. Hala, ya lo he dicho, ya he quedado como una frívola.


No se puede estar con alguien por rutina, por simple costumbre, por cariño. Eso es una muerte en vida, la tristeza más infinita, la decepción más grande. Si de verdad has estado enamorado, conformarte con eso es impensable. Y si te conformas, llega un día que te descubres sin echar de menos a la otra persona si no está, te sorprendes más feliz y más tú. Y entonces sabes que todo ha acabado. Seguir de ese modo es absurdo. Hay necios que no lo entienden, pero para mi está claro.


De repente te descubres soplando "abuelitos" (así se llama a los dientes de león en mi lugar en el mundo) y pidiéndoles de deseo que todo acabe. Y te ves absurda, y sabes que eso no es vida.
Leí en un periódico que las mujeres prefieren (estadísticamente) vivir solas que vivir el desamor. No creo que sea cuestión de sexos. ¿Quién puede querer vivir el desamor? Eso lleva a la desesperanza, el peor estado de todos.
Tal vez haya que aprovechar la primavera para, como me recomendaban el otro día, abrir las ventanas y dejar que entre la brisa.
Dejo una canción sobre desamor que me pone infinitamente triste, pero que tiene una de las letras más increibles que he escuchado.

Y ahora, a ver si sabeis qué sobra.


sábado, 5 de mayo de 2012

Humor de supervivencia...

Tengo un sentido del humor digamos... peculiar. Me gusta el humor absurdo, el crítico, el humor negro. Me río de cosas que no parecen hacerle gracia a casi nadie, y me río en momentos a veces de lo más inoportunos, o no, ¿quién sabe? Yo estoy segura de que reirme precisamente en esos momentos es lo que me mantiene entera, cuerda (igual no tanto), viva.
Pongamos que se rompen 2 electrodomésticos casi simultaneamente, no de los superfluos, si no de los estrictamente necesarios. Pongamos que el gasto es prácticamente inasumible. Pues yo busco el teléfono del servicio técnico, y pienso "igual puedo pedir un 2 por uno", y me da un ataque de risa de más de 10 minutos, de esos que te hacen llorar de tanto reir, y cada vez que veo la cara alucinada y como de "¿pero de qué coño te ries?" de quien está en casa en ese momento... me río más, y me es más imposible parar. Es difícil de entender, pero a mi me pareció graciocisimo, el colmo de la casualidad, que 2 electrodomésticos decidan pactar un suicidio el mismo día.
Otra de mis peculiaridades es que aprovecho la peor ocasión para intentar ser graciosa. No es falta de sensibilidad, ni de empatía. A lo mejor un amigo me está contando algo tristisimo y yo intento un giro inesperado, o empiezo a dar datos absurdos, como por qué cuando llueve huele así, o cuántas calorías quemas en un beso de 12 segundos. No es que no valore en su medida el dolor de mi amigo, o que no me ponga triste lo que me cuenta. Es simplemente humor de supervivencia. Y no parece aceptable, ni lógico. Pero no lo puedo evitar.
Me encanta reir, y me río mucho sobre todo de mi misma.
Espero que si alguna vez os hago un comentario totalmente falto de gracia, u os mando un correo en tono sarcástico lo tomeis como lo que es, mi sentido absurdo del humor.
Por cierto, encuentro paradojas en cualquier sitio.


No conozco a nadie más que haya entendido por qué me hace gracia ese cartel. No es que sea boba y no entienda que ese cristal seguramente es más fácil de romper que el de las ventanas (que es para el que se usa el martillo). Pero cada vez que subo al metro y lo leo pienso irremediablemente "¿y dónde está el martillo para romper el cristal para acceder al martillo rompecristales?", y me imagino una sucesión infinita de cristales y martillos. Ya, ya, es absurdo. Pero cada vez que lo leo sonrío y la gente me mira raro (¿qué hace esa loca sonriendo al infinito?).
Sonreir sola por pensamientos que van y vienen es un defecto irremediable, como el de silbar en cualquier sitio, o el de cantar, a pesar de saber que canto fatal, en casi cualquier circunstancia. Que se lo pregunten al del bar de debajo de mi casa, que sufre mi voz cada vez que tiendo la ropa.
Hoy la entrada es tan absurda como mi humor, y tiene pocas fotos porque mis nubes carecen de sentido del humor.

martes, 1 de mayo de 2012

Cambios...

¿Por qué asustan tanto los cambios? Llevo unos días preguntándomelo. A veces asustan tanto que te mantienen inmóvil, intentando mantener algo que ya no existe, que sólo es un vago recuerdo de lo que fue. A veces nos mantienen varados, atados, encorsetados en una realidad que ya no sentimos como nuestra.
Llega la primavera, llena de cambios, de flores, de árboles llenos de hojas. Y yo me he negado a verla, a reconocerla siquiera, empeñada en seguir viendo árboles de ramas desnudas, desprovistos de color, de protección, de vida.
Pero no puede ser invierno siempre. No puedo estar triste e inmóvil siempre. Tal vez sea hora de cambios. Tal vez no den tanto miedo.
Los cambios asustan porque tememos lo desconocido, rehuimos el riesgo, eso nos protege. Las gacelas huyen unidas porque eso les da más probabilidades de sobrevivir. Es más difícil que te toque a ti el mordisco de una leona entre tantos otros cuerpos. Pero casi siempre hay una gacela que avisa del peligro. Salta, se hace ver. Es un riesgo. Nadie entendía por qué lo hacían, se hablaba de beneficio para el grupo. Pero cuando se hicieron estudios estadísticos, se vió que la gacela que daba saltos como una loca para avisar del peligro, era precisamente la que tenía menos probabilidades de morir. A veces están bien los riesgos. A veces resultan beneficiosos, seas una gacela, o seas una Nuria asustada por los cambios.
Existe un riesgo de fracasar, de tener que pegarte cabezazos contra muros pensando que te has equivocado, que no valió la pena arriesgar. Existe la probabilidad de tener que reconocer que el cambio ha sido a peor... Pero, qué coño, también existe la posibilidad de que con el cambio todo mejore, existe la posibilidad de que consigas ser un poco más feliz, existe la posibilidad de sobrevivir, como las gacelas que arriesgan. Y sólo esa posibilidad ya es mucho, sólo esa posibilidad ya compensa. No hay que conformarse con sobrevivir, hay que vivir.
Las nubes cambian de color, de forma.


Los árboles se cubren de hojas, de flores.


Surgen flores donde antes había hielo, poco más.





Tal vez es hora de cambios, de dejar atrás los miedos, las dudas, y empezar a saltar. Que lleguen, los espero.